Falta de transparencia, documentos incomprensibles, contratos densos… La Justicia está tumbando con más frecuencia documentos mal escritos y confusos. No saber escribir de forma clara se ha convertido en una fuente de pérdidas para bancos y empresas.
Un empresario recibió una notificación de Hacienda. Se trataba de la respuesta a una multa, que él había recurrido. La leyó varias veces para saber si tenía que pagar o no. Parte del texto decía esto:
“En este caso, a la vista de los antecedentes, se considera que concurre omisión de la diligencia exigible en el cumplimiento de la obligación tributaria por parte del contribuyente, al haber presentado la declaración fuera del plazo reglamentario, tras el requerimiento de la Administración tributaria, habiendo faltado, por tanto, el cumplimiento espontáneo, estableciendo la normativa aplicable de forma clara y expresa la obligación de presentar la declaración y los plazos de presentación, sin que dé lugar a dudas interpretativas, en este caso”.
Es una oración de más de 70 palabras. Está llena de términos jurídicos, se habla en tercera persona, abusa de las perífrasis (decir las cosas dando rodeos), y repite palabras como “presentar la presentación”.
Esta es la forma típica de un documento de la administración. Tortuoso. Pero se podrían escoger otros casos del mundo de la banca o de los seguros. La Audiencia de Valladolid anuló dos contratos bancarios de productos financieros en 2008, porque eran “densos e ininteligibles”. En abril del año pasado, un juez de Madrid anuló las cláusulas suelo de 40 bancos y cajas por considerar que el abuso consistía en su “falta de transparencia”. En cualquier lenguaje, falta de transparencia significa que estaban redactadas de forma confusa, que no eran claras.
El Tribunal Europeo de Justicia se basó en la directiva 93/13 para determinar que los bancos españoles debían devolver el dinero de las hipotecas con cláusulas suelo. En el punto 5 de esa directiva se dice: “En los casos de contratos en que todas las cláusulas propuestas al consumidor o algunas de ellas consten por escrito, estas cláusulas deberán estar redactadas siempre de forma clara y comprensible”.
Ese es el gran error de bancos, empresas de servicios, de Hacienda y de muchos otros organismos. Que no saben escribir de forma clara. No entendemos la hipoteca que estamos firmando. No somos capaces de decodificar las notificaciones de Hacienda. No acertamos a descifrar el recibo de la luz. ¿Es que no hay nadie en esos organismos que escriba en español claro?
Los anglosajones lo llaman plain english. Consiste en redactar desde leyes a contratos de forma que lo entienda cualquier ciudadano con un grado razonable de alfabetización. En Estados Unidos, se pueden tumbar leyes si no están escritas de forma clara. La Comisión de Valores de ese país, tiene incluso un manual para escribir en inglés básico, y obliga que los folletos de las empresas que cotizan en bolsa estén escritos en inglés llano.
Canadá aprobó en 1990 la Financial Consumers Act por la cual obliga a los servicios financieros a redactar sus documentos de “forma comprensible”. Y las leyes australianas exigen a los abogados que, cuando redacten sus documentos, expresen sus comisiones en un “lenguaje claro” (clear plain language).
Claridad es transparencia, la palabra mágica que todos pronuncian pero que nadie pone en vigor. Por ejemplo, el hecho de que exista una letra pequeña, ya es sospechoso. Pequeña físicamente.
Hace tiempo, la compañía de seguros DKV se comprometió a eliminar la letra pequeña de sus contratos. La empresa realizó una encuesta a escala nacional reveladora. Por ejemplo, en Cataluña, el 52% de los consumidores decía que la letra pequeña y el lenguaje complejo eran las dos razones por las que desconfiaban de los contratos de seguros.
Consideraban que la letra pequeña les sugería “oscuridad, sensación de engaño o de ocultamiento de la información”; y el lenguaje de las pólizas lo veían como “enrevesado, muy técnico y difícil de comprender”, según informaba la web compromisoRSE.com.
Para corregir este error, la empresa de seguros contrató al periodista Baltasar Magro, que le ayudó a redactar un decálogo para elaborar de forma clara sus contratos.
Todavía queda mucho por hacer. Diariamente, se realizan miles de contratos, en los que la parte más débil es el consumidor. Incluso consumidores con alto nivel de formación, no entienden las cláusulas de muchos contratos. La sentencia del Tribunal Supremo contra las cláusulas suelo, no solo es un golpe a un producto financiero de dudoso diseño, sino un puñetazo a la persona que un día redactó esos contratos en un lenguaje incomprensible. Ahora, muchos bancos, empresas y organismos públicos se lo pensarán bien antes de redactar sus documentos. La falta de claridad puede suponerles unas pérdidas cuantiosas.
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La sentencia del Tribunal Supremo contra las cláusulas suelo, no solo es un golpe a un producto financiero de dudoso diseño, sino un puñetazo a la persona que un día redactó esos contratos en un lenguaje incomprensible. Ahora, muchos bancos, empresas y organismos públicos se lo pensarán bien antes de redactar sus documentos. La falta de claridad puede suponerles unas pérdidas cuantiosas.
Fuente: idealista/news
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